Desde civilizaciones antiguas el uso terapéutico de la música ha existido de una manera preponderante y significativa tanto en occidente como en oriente. Sumerios y egipcios, así como las dinastías chinas, basaron algunos de sus postulados médicos en la acción sonora para tratar cierto tipo de patologías normalmente relacionadas con desórdenes psíquicos. Si bien son pocas las figuras con nombre propio destacables en este periodo (2600 a.C), podemos señalar a Imhotep, médico, erudito y astrónomo, como impulsor de la utilización de la música como medio propiciador de fertilidad en las mujeres. En sumeria destacó el rey-sacerdote Gudea y la reina Pu-Abi, ambos defensores de los efectos de la música en el alma y en la “liberación que esta suponía para salir de las tinieblas”. Igualmente importante fue la nómina de dioses/as egipcios que por medio del canto, la danza o el tañido de instrumentos conseguían “sanar” a todos aquellos que se encomendaban a sus vaticinios y deseos. En los papiros de Lahun (1800 a.C), aparte de un curioso escrito acerca de ginecología y obstetricia, se recomendaba utilizar música para el momento del nacimiento, siendo beneficioso tanto para la madre como para el bebé.
A pesar de consagrarse como la civilización más potente de todos los tiempos, Roma no aportó nada nuevo a esta disciplina, sino que se limitaron a imitar y secundar cada una de las teorías clásicas añadiendo tintes poco significativos. Sin embargo, será en la Biblia donde aparezca una de las primeras historias musicoterapéuticas con nombres propios: la curación a través del canto de David a Saúl (Libro de los Reyes)
Con la llegada de la Edad Media esta ciencia tuvo su época dorada, destacando las aportaciones arquitectónicas e iconográficas relacionadas a tal efecto. En el medievo musulmán, la música estuvo presente en el día a día desde un lugar privilegiado, formando parte del entorno de los palacios nazaríes y de los hospitales para dementes, llamados maristanes, lugares indicados para la realización e intervención de la terapia musical desde un punto de vista psicoterapéutico. Una de las prioridades para entrar como médico en estos nosocomios, era que, aparte de conocer la galénica, se debían tener amplios conocimientos musicales para poder llevar a cabo la terapia musical.
El cristianismo encerró todo su acervo musical en los muros de los monasterios, donde clandestinamente, abades y abadesas tales como San Dunstand, Hildegard von Bingen o Bernardo de Claraval, se atrevieron a utilizar los efectos de la música para paliar diferentes dolencias. En esta época se institucionalizó la música como medicina y formó parte del curriculum de las escuelas catedralicias y universidades. Herrada de Langsberg se encargó de introducirla en relación con la medicina a partir de las Siete Artes Liberales en su obra “Hortus Deliciarum”.
Patologías como la melancolía o la depresión tuvieron como tratamiento principal los sonidos. Sobre ello escribieron ampliamente Bernardo de Gordon, Constantino el Africano y Arnaldo de Vilanova.
El Renacimiento intentó establecer el uso asiduo de la ciencia musical como coadyuvante a la medicina tradicional. Comparecieron los primeros tratados y los primeros tratamientos musicales en enfermedades físicas como la gota, la ictericia o la peste. Tarantismo, corea y ergotismo, se convirtieron en patologías en las que su única medicina era la terapia musical. La incidencia de esta en la educación, con clara influencia platónica, tomó un carácter esencial tal y como rezaron Maquiavelo y Lluis Vives. Oliva de Sabuco explicó en un excelente tratado, que la música partía de una activación cerebral, y no del corazón. Fueron los primeros pasos de la neurociencia.
Con la entrada del Barroco el sentir del público ocupará el interés de músicos, médicos, educadores y filósofos. La representación de los sentimientos a través de la música se fundamentará en la Doctrina de los Afectos, perfectamente fundamentada por Descartes y Mersenne. Grandes compositores como Bach no fueron ajenos a los efectos sonoros y a su repercusión en el alma. De este periodo destaca la iconografía flamenca, que fue una demostración de cómo en las esferas más tradicionales de la sociedad, la música como terapia formaba parte del entorno cotidiano.
Otro de los factores a tener en cuenta fue la utilización de la música como medio comunicativo, pues sirvió en las misiones jesuíticas, donde la universalidad musical se hizo eco con los nativos.
El Clasicismo fue una época experimental en el campo de la terapia musical. Tanto es así, que la enciclopedia de Diderot y Dalambert, incluye un amplio apartado sobre ella. Grandes tratados tomaron la música como una medicina poderosa, hasta el punto de tratarla como patología y ser nociva según algunas opiniones. En España será tratamiento de la depresión de los reyes a través de las voces de los castrati, Mateuccio con Carlos II, y Farinelli con Felipe V y Fernando VI.
Una incipiente psiquiatría apostó por la terapia musical como uno de sus pilares, con el propósito de conseguir la activación del cerebro lesionado y como arte distractora de manías y enajenaciones. Figuras como Esquirol, Leuret, Simonet de Coulmier o Pinel, fomentaron su uso en sus respectivas instituciones. Franz Anton Mesmer la adoptó para crear una atmósfera relacionada con la hipnosis y como base de su método “el mesmerismo”. Mozart, Haydn y Beethoven como máximos representantes del panorama musical del periodo, fueron conscientes del poder efectista de esta, de hecho Haydn utilizó la música de sus cuartetos para tratar la melancolía del príncipe Esterhazy de Hungría con terapia musical.
Hemos visto, en este brevísimo resumen, como la terapia musical a través de las canciones, tañidos de instrumentos y danzas, ha sido utilizada desde hace miles de años siempre con el mismo propósito, favorecer la vida del ser humano y ser un agente terapéutico esencial, coadyuvante a la galénica, A pesar de que en la actualidad se considere una ciencia innovadora, podemos leer en estas líneas que no lo es, y que tiene su raigambre mucho más allá de lo que nunca hubiéramos podido pensar.
Bibliografía recomendada:
Calle Albert, Ignacio (2013) Historia de la musicoterapia I y II Desde la Edad Media hasta el Prerromanticismo. Cuadernos de Bellas Artes 19 y 20, La Laguna. (Tenerife): Latina
Calle Albert, Ignacio (2014): La figura de la mujer en la historia de la musicoterapia. Desde la Antigüedad hasta el Barroco. Cuadernos de Bellas Artes 38. La Laguna (Tenerife)
Autor
Ignacio Calle Albert, es Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universitat de Valencia. Titulado Superior en Piano por el Conservatorio Superior de Castellón, Maestro de Educación Musical y Psicopedagogo por la Universidad de Valencia.
Su inquietud hacia los temas relacionados con la incidencia de la música en la salud, le llevaron a realizar el Máster en Musicoterapia en la Universidad Católica de Valencia y el Máster de Estética y Creatividad Musical por la Universidad de Valencia Empresa ADEIT.
En la actualidad es Profesor Contratado Doctor en el Máster Oficial de Musicoterapia de la UCV y maestro de educación musical en un centro público de Educación Primaria. Es autor de varios libros: Historia del Musicoterapia I y II, La mujer en la Historia del Musicoterapia, La aparición musical en las obras dramáticas de Shakespeare, y artículos en revistas de prestigio, así como ganador y finalista en diferentes certámenes literarios y de investigación.
Máster Universitario en Musicoterapia.